C: ¨Subrho sabía que él era fácil de olvidar, pero que nunca nadie olvida a un elefante¨ Creo que soy Subrho y no un elefante.
L: Oh. Más bien, la cosa es que el elefante es el que no olvida; y si los que tienen que recordar al elefante no son elefantes, sólo se les olvida siempre todo. Y los elefantes recuerdan a cada una de las personas que pasaron por su jaula en la vida.
C: Todas y cada una.
L: Yo sé.
C: Lo malo... es que no sólo no los olvidan, tampoco olvidan quererlos siempre.
L: Yo sé.
C: Éso sí deberían hacerlo. Pero por eso se alejan, para tratar de olvidar y terminan siendo olvidados y maldecidos a siempre recordar y arrepentirse de tratar de olvidar.
L: Yo soy un elefante, C, y sé que duele. Lo siento.
C: Eres de los que no se olvidan. Yo... un día me perderé entre recuerdos y un vago cuento.
L: No necesariamente. Ni tú ni yo llegaremos a esos absolutos. Y sí nos duelen las cosas que son difíciles de sacar de la mente; y están haciendo ruidos como sobre metal que resuena, recuerdos que dejan salitre. Y nos olviden o no, recordamos cosas que quisiéramos no pensar y fantasmas que no se van.