Tuesday 25 February 2014

Edvard Grieg y Anexados




Bien. No me puedo sacar el primer movimiento del concierto para piano de Grieg de la cabeza.  La emoción es muy grande. Es como conocer a alguien por segunda vez.  A un volúmen que en mi casa ni loca pondría, y con la velocidad un poco diferente, pero sobre todo, los otros movimientos que no había escuchado.

  Pero, mejor por partes. Como siempre corriendo y con un montón de cosas en la cabeza, pendientes y otras cosas. Y luego llegar, sentarse justo un minuto antes de que se dé la tercer llamada. Con las espectativas a tope y sin el programa a la mano. ¿Qué voy a escuchar?  Lo único que conocía el era el primer movimiento de Grieg, lo demás, ni idea. Ya no hay tiempo de ir a buscar  un programa.

 Primera pieza. Algo oriental, por algunos tonos que dieron las flautas.  Todo lo demás en mi cabeza se va a tomar un descanso, dejándome en paz. Y ahora sólo sonrío ante los tonos que me parecen curiosos o simpáticos. Termina la pieza y todo mundo aplaude, me imagino que está bien, pero la siguiente debe ser de varios movimientos y de seguro voy a aplaudir a la mitad de todo eso. ( ¿no se pueden poner monitos como este :S en un reporte verdad?) Y volteo a ver quién me presta un programa.

   Edvard Grieg. Tengo un CD con el, ya mencionado hasta el cansancio, primer movimiento. Está rayado como en el minuto 10. Y es curioso escuchar algo que en tu mente ya tiene un sonido característico, y que de pronto te lo cambien. No me refiero a lo rayado, sino a que los tiempos son diferentes según el intérprete. Pero me gustó. Es muy diferente “ver” la música que sólo has escuchado hasta ése momento. Y ver qué produce cada sonido y la forma en que se mueven. Y sobre todo, los otros movimientos, con sus finales sublimes. Tengo que buscarlos porque mi CD, dice que lo que sigue ahí es “Claro de Luna” de Beethoven.

  (Intermedio. Todos corren al baño, menos yo porque me ganan el lugar. Los cuates de junto me regalan su programa y soy muy feliz, porque ya no me tengo que parar.)

  Una noche en la árida montaña. Mussorgsky. Mis pensamientos aprovecharon el mar de gente que regresó del baño y se colaron sin boleto. Para mi mala suerte. Pero a grandes rasgos estuvo muy padre.  Ya para entonces estaba poniendo más atención en los músicos que no figuraban en la ejecución por el momento. Son muy curiosos.  El señor del timbal del cabello simpático se recarga en la pared y mueve los palitos ya que no tiene nada que hacer.  El del cello, se saca algo de la bolsa y se agacha después de que se le cayó el arco y los demás cellistas lo voltearon a ver...

La tormenta de nieve. Sviridov. Más bien parecía la narrativa de sucesos dentro de un pueblo, por los títulos de los movimientos. Y lo que más me gustó, fue que, cada uno sí daba la imagen del título.  Pero, un poco aparte, los pequeños papeles me parecen bastante interesantes y me encanta ver a las personas encargadas de ellos. Como el del xilófono. Creí que tenía un papel muy pequeño, porque sonaba muy detrás de los otros instrumentos. Pero justo en eso, hace un barrido de teclas y termina la pieza. Muy inesperadamente.  

  El director saluda a todos los primeros instrumentos y se va. Sin repetición alguna.
Yo tomo a todos mis rollos, que se han colado, de la mano y los guío a la salida, ya nos vamos a la casa. Lástima, ellos también vienen conmigo. ¡Pero Grieg nos acompaña ahora!